::LOS APELLIDOS DE LOS EUROPEOS por Jesús A. Marcos::


   Ocho apellidos vascos llena los cines, recauda cantidades enormes  e, inopinadamente, crecientes. La vi hace unos días en Segovia y también aquí se llenó la sala. Dicen que es frecuente que la gente aplauda  al terminar la proyección. Nosotros no lo hicimos, aunque yo me quedé con ganas. Quizá se deba a que los castellanos y los leoneses participamos de esa tendencia a controlar en exceso los sentimientos que, en la película, se atribuye a los vascos. ¿Se les atribuye sin razón o realmente son así? Las atribuciones genéricas suelen ser clichés, estereotipos, prejuicios o como quiera llamárseles que ofrecen una orientación discutible sobre el colectivo que tratan de caracterizar. Pero, precisamente, de eso trata la película: de los tópicos  que un amplio sector de la población reconoce como propios y sobre los que se puede trabajar para hacer humor a base de contrastes.  La risa así generada permite remodelar las mentalidades al aliviar las tensiones subyacentes a esos tópicos. Ocho apellidos vascos sigue en eso el esquema propuesto por la francesa Bienvenidos al Norte, pero le añade importantes dosis de originalidad y frescura.

::DAKOVIKA por Eloy Rubio Carro::

La peripecia de esta novela comienza cuando quien quiera disponer de ella tenga que entrar físicamente en los territorios donde transcurre, tenga que pasear esos espacios, ir a la única librería que ha podido disponer de ella en León y escuchar del librero, que el editor de la misma, le proporciona los ejemplares a cuentagotas; se dispondrá entonces, como fue el caso, a pedir ayuda al más avezado buscador de joyas librescas e iniciar la pesquisa por el barrio de Santa Ana, en una tienda de viejo donde en su momento se hizo la presentación del libro. Así fue nuestra busca, que nos llevó por un par de bares y unas cuatro tiendas más, y que no dio el fruto deseado, pues acabé por leerla en formato digital. 
Nunca hemos vivido más pegados al mundo inmaterial. Muchas de nuestras lecturas cotidianas carecen de soporte físico; pero, salvo en épocas de prohibición y censura, el contacto físico se limitaba a ir a una librería y llevarse el libro para casa; jamás a estas pesquisas, a estas dilaciones, a estas mojaduras impropias del mes de marzo, para luego conformarse a esa ‘nube del no saber’.

::LOS DIFERENTES por David G. Casado::

(Dedicado a Manuel Tejada)
Cuando se vive en una ciudad pequeña uno se esfuerza en manifestar y demostrar una diferencia. Algunos llevan algún rasgo distintivo que los hace identificables: tatuajes, una coleta, un pañuelo en el cuello, unos cascos… elementos simples pero inequívocos de una meditada imagen pública. Pero la diferenciación a menudo no acaba en la construcción de la imagen sino que se extiende a la persona, hacia una personalidad que se desmarque del resto, unos gustos, una forma de hablar, una forma de mirar… Son atributos que apuntan a otros lugares en los que han estado o desearían estar, indicadores de una fuga mental permanente.
Todos esos signos resultan fascinantes para las personas normalespara aquellos que no tienen necesidad de diferenciarse demasiado del restolos que están bien como son, contentos en su entorno, perfectamente representados por él. Quizá porque parezcan estos más felices, y más seguros de sí mismos, los diferentes se encuentran también a gusto a su alrededor, a lo mejor porque es aquí donde su diferencia se hace más patente. Lo cierto es que en este contexto la diferencia requiere cierto coraje, ya que la visibilidad extrema da que hablar a las malas lenguas que construyen el tejido de mediocridad que protege a las comunidades tanto del éxito como del fracaso como modelos de convivencia.
Los atributos de la diferencia otorgan personalidad a quienes los llevan, y por qué no, también un papel determinado en una comunidad. Se convierten en personajes de una fábula con una misión. Y como en toda fábula, su llegada y su partida poseen un significado especial que nos hacen pensar y nos enseñan alguna lección.
Alguien podría pensar que todos estos diferentes podrían, no sé, montar una asociación, un club, un partido político, siquiera ser amigos… Curiosamente esto rara vez sucede. Los diferentes tienen algo de polaridad idéntica, hay atracción polar hacia los mismos nortes pero se repelen en la proximidad. Hay reconocimiento mutuo pero cada uno esta indefectiblemente dedicado a su propia misión, más o menos ambiciosa, más o menos privada. Aun así, las actividades de los hombres no siempre encuentran una finalidad en el momento en que se realizan y también es posible que nunca la encuentren.
Ahora sé que si volviera a vivir en una ciudad pequeña me gustaría ser más amigo de los diferentes. Si no amigo, al menos poder acercarme a ellos, saber sobre la misión vital en la que se encuentran inmersos. Una actividad que muchas veces es la simple puesta en marcha de un conocimiento que puede resultar sorprendentemente vasto y universal. Tal vez los atributos de la diferencia sean entonces un mero señuelo, una suerte de prueba de superficie y sólo quién sepa ver más allá de esa diferencia acceda a todo ese conocimiento con el potencial de cambiar una vida para siempre. O tal vez a través de un filtrado lento, acaso imperceptible, ya hayan cambiado las vidas de todos nosotros sin siquiera notarlo, por eso su ausencia resulta siempre extraña, como una advertencia que no somos todavía capaces de descifrar.

::SUÁREZ DEL OLVIDO por Bruno Marcos::

Parece una gran ironía o algo tremendamente simbólico que al presidente que hizo nuestra transición política de la dictadura a la democracia le atacase esa enfermedad tan terrible que nos hace olvidar todo, porque, precisamente, la transición se hizo sobre el frágil suelo del olvido, sobre una propuesta enérgica de desmemoria. Los hombres de esos días probablemente se lanzaron al futuro a cuerpo descubierto convencidos de que el pasado era irreparable.
Han pasado ya varias decenas de años y a los que consideramos que hay que renovar aquel proyecto la muerte de este presidente nos hace ver mejor su valor en la perspectiva de un país por el que aún campaban a sus anchas una porción de fantasmas de verdad, desde militares golpistas a terroristas de varios tipos.
Hay muchos males cuya raíces siguen socavando el presente de España, ese frágil suelo hecho de cosas nuevas y de olvidos. Yo creo que la transición no está finalizada, porque vivimos en las coordenadas que se instauraron entonces, sino que más bien está enquistada y hay que clausurarla. España ya es otra. Tal vez haga falta vernos con el agua al cuello como ellos para que existan los nuevos pactos de la Moncloa. Después de ellos quizá podamos mirar al pasado y hacer de él un relato coherente y justo y podamos, tal vez, olvidarlo.

::LEOPOLDO MARÍA PANERO AL MITO por Bruno Marcos::

Era un hombre destruido que resultaba indestructible, un hombre que parecía que se estuviese muriendo desde hace décadas, por eso, amanecer hoy con la noticia de su muerte definitiva, sin aviso de tan avisada, nos ha dejado helados a todos aquellos que pusimos la mirada en él algunas veces. Lúcido y loco se tomaba siempre la molestia de ser Leopoldo María Panero, lo que se esperaba de él. Tierno, dolido y cruel. Cuenta su biógrafo mil y una chifladuras y su hermano, Michi, el pequeño, se asombraba de que además era longevo. Poco más les ha sobrevivido a sus hermanos. Ha resistido lo suyo no obstante dando batalla a toda clase de fantasmas y ahora queda abierta la puerta para que el mito crezca a sus anchas sin que incomode a nadie porque ya no está vivo, tal vez hasta sus libros queden libres de derechos sin herederos. Decía Michi en la segunda película, 'Después de tantos años’, que todos presumían de ser amigos del gran maldito pero que cuando se corría la voz de que a Leopoldo le soltaban del manicomio se iban a Civitavecchia. Ahora ya todos podremos decir que fuimos amigos del genio maldito y que vivimos en su tiempo aunque sólo hayamos sido figurantes ocasionales del escenario de destrucción que construía a su paso.

::MORIR TODAVÍA por Susana Herman::


La misma semana que quince personas perdían la vida en la playa del Tarajal de Ceuta, el fotógrafo John Stanmeyer ganaba el premio World Press Photo. La imagen es de una extraordinaria belleza, pero detrás subyace la desesperación de inmigrantes subsaharianos por alcanzar el norte y, en esa acción épica, no perder nunca la "señal". Ese símbolo contemporáneo que aparece en una pequeña pantalla y que nos da la falsa certeza de existir y de estar conectados con el mundo.
Mientras los satélites reciben y devuelven señales incesantemente allá en el cielo, sin discriminar raza u origen, aquí abajo en la Tierra se construyen muros cada vez  más altos. Los gobiernos español y marroquí han planteado como solución inicial aumentar la altura de las vallas que separan ambos países para evitar que los inmigrantes sigan asaltándolas. Decía José Luis Sampedro que no se pueden poner muros a la desesperación, pero quienes deberían escuchar a los sabios hacen oídos sordos y acciones inútiles.
Mientras los señores que hace tiempo se autonombraron depositarios de nuestros destinos  duermen al abrigo de los peligros de la intemperie, en la playa de Yibuti,  cercana a Somalia, como en la noche de los tiempos, seres anónimos alzan los brazos al cielo y piden una señal con una luna brillante sobre sus cabezas.

::LO PEOR DE LOS GOYA por Bruno Marcos::


Por mucho que se empeñen en negarlo lo de los Goya es enteramente un concurso de dedicatorias de todo tipo, desmesuradas o sucintas, exhaustivas, universales, lacrimógenas, festivas, románticas, serias y en broma, enigmáticas algunas e, incluso, encriptadas otras. Unos se acuerdan de su abuela, otros de su mujer a la que apenas vieron durante los durísimos rodajes, uno incluso se acordó de una gente de Guadalajara y Armiñán de unos mañicos que se le aparecieron en un cabaret de París recién acabada la guerra mundial. Otra, tan excitada se puso, que le dijo directamente en su cara a uno de las butacas que era, ni más ni menos, que la mejor persona del mundo.
A casi todos parece que, con darles un Goya, les hubieran catapultado a los cielos eternos y empiezan con la hemorragia de agradecimientos y deben todos tanto a tantísima gente que uno cree que los Goya tendrían que ser colectivos y darse a cientos de personas cada uno y en vez de llegar a unas pocas decenas de afortunados hacerse extensivos a varios cientos. 

EL AMOR, SOLITARIO ARDOR por David G. Casado::

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

San Juan de La CruzLa noche oscura del alma.
Suena It´s too soon to know, un piano blues de Allen Toussaint, músico intersticial con una capacidad asombrosa para orquestar y combinar todos los pasados vividos o no. Cada uno tenemos diferentes recuerdos pero los sentimos de una manera similar como música en los nervios. Por eso ahora vivimos la canción cuando Irma Thomas la canta, por eso sufrimos por ella pero también por nosotros porque conocemos la melodía y sabemos lo que se siente al dudar de que alguien nos comprenda realmente. Justo antes del alba, cuando nos preguntamos si no estamos en realidad solos y el amor es solo una actuación, un papel que se interpreta, una carrera que pierde aquél que se queda atrás.
Son los que pierden los que viven las canciones, the beautiful losers los llamaba Leonard Cohen. Escuchamos canciones para curarnos del pasado, para exteriorizarlo y sacarlo de nuestra piel, convertirlas en nuestro ser amado, pero sabemos que es solo en vano. A lo sumo crearemos un fantasma, un vapor reconfortante que nos proteja de la intolerable realidad de la soledad del alma.

::OMAITA CATALANA por Bruno Marcos::



Es imposible tomarse en serio este país en el que hasta los humoristas se ven incapaces de zafarse de la trapacería nacional y los coge de lleno y los deja como un trapo. Pero qué cabe esperar si en nuestra historia está hasta haberlos asesinado como a Muñoz Seca, del cual se dice que exclamó ante el pelotón: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo». Además que los soldados que lo fusilaron le pidieron perdón por lo que estaban obligados a hacerle, es decir matarlo,  y que él los consoló diciéndoles que estaban ya perdonados, que no se molestaran... «aunque me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades». También se cuenta que, cuando supo que le ejecutaría Pedro Luis Gálvez, oscuro bohemio poeta, le dijo: «Honradísimo, Gálvez, honradísimo». Todo muy triste, muy patético: España.
Y ahora resulta que se ha armado un espolín porque los Morancos se han separado a raíz de que uno, no sé cuál, se declaró partidario del referéndum secesionista en la tele catalana. Al poco han reculado porque cosa tan grave no podían asumirla ellos, ni les compete, ni unos hermanos han de dividirse por tan poca cosa y quedar en el aire y de la mano suya las Españas partidas.

::FELIPE Y MAS por Bruno Marcos::


Ha habido tantas cosas lamentables en el debate de ayer entre Artur Mas y Felipe González que uno no sabría por dónde empezar. Lo primero que llamaba la atención por un lado era que Mas sonriera todo el rato como si lo que se tratase allí no tuviera la menor importancia y, por otro, que Felipe se pusiera muy serio como si estuviese en su mano salvar España. Y lo más penoso era que por momentos conseguía el expresidente mítico asustarle a uno, y a uno en su sofá le daba pena que Felipe estuviera jubilado porque con esa mirada y con el canoso aura de erizados pelos parecía que iba a envestir al otro que se quedaba alelado y que lo iba a cornear y a inundar de pactos y a rebautizar de patriotismo hispano aunque todo excitado no encontrase ni un sólo argumento que se tuviera tieso.
En un momento dado Mas se ruborizó a lo bobo y estuvo a punto de admitir que si los de Madrid le soltasen más pasta se olvidaría de toda la martingala separatista. Cuando el moderador se lo dijo claramente el Artur se encogió como quien dice "puede" y Felipe rebufó que eso sí que no, que eso sería muy poco serio, con lo serio que le habían hecho ponerse. 
Pero lo más lamentable de todo es lo que más desapercibido pasa, y es que ese hombre, ese Felipe González, después de gobernar este país más de catorce años, salga ahí como si no tuviera responsabilidad alguna del país desbaratado que tenemos, y, lo que es peor, que hablaba de España como una cosa que no tenía remedio, como una fatalidad.