::SUPERVIVIENTES por Susana Hernan::



El pasado mes de abril, Ana María Matute llenó el salón de actos de La Casa del Llibre de Barcelona con lapresentación de dos de sus cuentos: "El saltamontes verde" y "Solo un pie descalzo", que recupera Destino con ilustraciones de Albert Asensio.  Pero como ya se sabe que la literatura es la mejor excusa para hablar de la vida, Julia Otero, que acompañó a Matute, dedicó unas palabras al recientemente fallecido José Luis Sampedro, amigo y compañero de Ana María en la Real Academia de la Lengua. Sampedro dijo adiós como vivió, a lo grande, con el sabor de un Campari en los labios, según le explicó su viuda a Julia. Y a esto Matute respondió, con su habitual saber decir bien las cosas, que ella elegiría un gin-tonic.

La primera vez que vi a Ana María Matute, presentaba "Olvidado rey Gudú" en una biblioteca de Barcelona, así que debió de ser en 1996 o 1997. Dieciséis años después, ambas hemos sobrevivido. Eso pensaba mientras la escuchaba, que dieciséis años son muchos y que la vida ha dado tantas vueltas que nos ha situado como al principio: Ana María Matute maravillándose de que todavía le pasen los años y yo todavía sin creerme el cuento del paso del tiempo. Cuando, durante la charla con Julia, eligió la copa de cava en lugar de agua mineral para aclararse la voz, brindé por ella, por ese guiño constante a la vida. Y me recordó a otra escritora también grande, Isak Dinesen, autora de "Memorias de África" y "El festín de Babette",  que a los setenta y siete años, con una salud muy deteriorada,  decidió que, ya que tenía que  morir, lo haría como ella quisiera, y lo hizo reduciendo su dieta a ostras y champagne.
Admiro a las personas que mantienen ese pulso constante con el tiempo, como si de un viejo amigo se tratara, muy querido pero a veces irritante, que nos conoce demasiado bien. "Hay que ser joven para no decepcionarse", dijo Matute. Dieciséis años no son nada.

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