::UN PELIGRO PARA EL MÉTODO: JUNG CONTRA FREUD por Jesús A. Marcos::

No hace mucho comentaba también aquí la valentía de un director que se había atrevido a retomar la cuestión del misterio en su última película. Me ha sorprendido volver a ver tan pronto que otra obra cinematográfica se adentra en ese escabroso terreno, aunque desde situaciones muy diferentes. Me refiero a Un método peligroso, que intenta dar cuenta de la juventud de Jung, azotado por una pasión sexual poco honorable y por las turbulencias de su relación con Freud, maestro y, a la vez, rival intelectual.
Si nos dejáramos llevar por la primera impresión, diríamos que el relato que se desarrolla en la pantalla pretende desacreditar a un Jung que en su vida privada se presenta dominado por unos impulsos que se empeña en rechazar en la teoría psicológica. Freud tendría, así, ostensiblemente razón y su planteamiento naturalista-cientificista sería el adecuado.
Sin embargo, no creo que esta primera impresión deba mantenerse.
En realidad, Jung es tratado de manera compleja, ya que, aunque se muestre su proceder incoherente, no se le denigra por ello. Muy al contrario, se insinúa la presencia en él de rasgos heroicos de resistencia y grandeza. Es como si dijese: a pesar de todo, a pesar de que yo mismo pudiera validar, por la bajeza de mis pasiones, la teoría freudiana, yo me resisto a ello, creo que tiene que haber algo más, creo que debe haber otras puertas. Más allá de sus miserias, el Jung de la película, como seguramente el real, procedente de una familia de pastores protestantes, no cede ante el naturalismo de la época, al que ve reducir la complejidad del alma humana a vectores cartesianos o a fuerzas mecánicas.
El método de Freud era peligroso, como nos dice el título. Pero era peligroso no sólo por su forma específica de desmontar los engaños del psiquismo humano, sino también por limitar o cerrar, como la ciencia en general, el campo de la investigación.
Y es que el conjunto del método idolatrado desde la modernidad es también un peligro. Por un lado, sirvió para dar cuenta de una época que periclitaba, pero, por otra, abrió el camino de nuevas sujeciones. El método, cualquier método, no es independiente con respecto al conjunto de las circunstancias en la que se concibe. Se procede de una cierta manera porque, previamente, se cree que sólo determinadas cosas merecen la pena de ser estudiadas. Es decir, que el método depende del modelo o paradigma en el que está inscrito y, en el caso del método llamado científico, depende del paradigma naturalista, que es una determinada manera de ver el universo, pero no la única manera.
Freud, paradójicamente, ha perdido prestigio con el tiempo, víctima de sus propias pretensiones. Si bien su modelo del mundo se ajusta a la concepción naturalista, no basta con ello para que sea reconocido como científico: su debilidad residía, precisamente, en el método no científico o contrastable que utilizaba. El naturalismo de Freud es especulativo, no metodológico. Quizá, si hubiera podido adivinar el declinar de su estrella como científico, se hubiera mostrado más abierto a las pretensiones del joven discípulo, al que llegó a ver como el príncipe de la corona del movimiento psicoanalítico.
La película posee profundidad e interés dramático –esta vez no he visto salirse a gente de la sala- y está bien documentada. Actividades y episodios como las mediciones que realiza Jung de los tiempos de reacción ante palabras inductoras, los desvanecimientos de Freud o el intercambio de sueños entre los analistas que navegan hacia América son detalles verídicos. Hay también cierta simplificación, pues Freud no era tan cientificista ni tan cerrado: se interesó por temas como la telepatía, que en la cinta sólo se adjudican a Jung. Pero de simplificaciones vive la cultura. Al fin y al cabo, yo mismo he reducido a los dos personajes a un esquema para permitirme enfrentarlos.

1 comentario:

  1. Los lugares en los que transcurre la acción de la película son muy sugerentes

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