::VIEJOS VINILOS DE BLUES SONANDO EN ENTORNOS INDUSTRIALES por Ignacio R. Aláiz::


“Seis de la mañana, suena el despertador, desayuno a carreras para fichar a mi hora en la fábrica. La semana que trabajo de noches es mejor, no tengo que madrugar, y tampoco coincido con mucha gente en horario laboral, porque de noches sólo trabajamos los despojos sociales como yo, los que siempre hemos sido el “último mono” en todas partes para aislarnos del resto. Hoy me toca controlar cuatro computadoras a la vez: una para el tema logístico, otra para programar los robots de un almacén automático, otra para resolver problemas y errores de mantenimiento en la cadena productiva y otro ordenador portátil, que llevo en una mochila a la espalda, para resolver problemas “in situ” sobre el terreno. Ese terreno es una estructura de almacenaje robotizada que ocupa tres naves industriales de seis pisos cada una.
Admiro a la gente que puede escuchar música en su trabajo, yo sólo escucho ruido de maquinaria. Suena un tema de Skip James en mi cabeza, con el crepitar de la aguja sobre los surcos del vinilo, se me va la cabeza en cómo afrontar ese tema con mi banda, en cómo revisionar “Devil Got My Woman”, un tema de 1931, con todo el respeto y admiración que siento por el blues y la música afroamericana de principios del siglo XX.

A las nueve tengo una reunión con el equipo directivo, hace falta más mano de obra, las necesidades de personal no están cubiertas, aunque ellos hacen oídos sordos y se limitan a probar el producto alimenticio final que elaboramos, a ver si sabe rico. Hoy está rico, ha habido suerte.

Resuenan los aullidos de Howlin´Wolf mientras vuelvo a mi puesto de trabajo, that spoonful, cucharas impregnadas de heroína. Para aguantar en mi turno hasta las tres de la tarde, hora de salida, es necesario un esfuerzo más. Me acuerdo de todos aquellos viejos bluesmen de Chicago que tras sus jornadas laborales maratonianas en la fábrica, salían del trabajo para tocar en los mejores clubes de la ciudad con sus bandas. Aquí, ni hay clubes, ni hay éxito, ni público, ni siquiera banda, tan sólo una pareja, Art & Beauty, tocando un set mínimo de guitarra y batería de forma contundente y anárquica, tocando como los negros y rindiéndoles un homenaje real, del que duele. Ruralismo e incomunicación: ese es el futuro. Es complicado promocionar a una banda de blues desde la fábrica, en una ciudad en la que no existe ningún tipo de cultura musical, te puedes vender, como un producto etiquetado de segunda o tercera necesidad, o lo puedes mandar todo a la mierda. Yo escojo la segunda opción…”

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