::ALFANHUÍ por Bruno Marcos::

Fue un lectura muy extraña de infancia. Realmente no sé si se trata de un libro para niños. Lo leí por imperativo escolar. Con la lista de obras que nos proponían acudí a la biblioteca que había dejado mi hermano cuando se marchó a estudiar fuera y allí estaba Alfanhuí. Era un libro muy siniestro y muy imaginativo, lleno de una desolación enorme, con paisajes que me daban miedo, atardeceres carmín, bermellón y sangre, amaneceres de oro y amarillo, caminos a ningún sitio... Recuerdo leerlo con ocho o nueve años y quedarme sobrecogido y también reconocer un estado de la sensibilidad que no me era ajeno. Me sentía identificado con el relato recordando sensaciones que había tenido en momentos de soledad enfrentado a las cosas como huellas del tiempo. Aquella animación de los objetos, el gallo de la veleta, la silla echando raíces por sus patas, la sombra de los pájaros disecados volando por el techo, todas esas prosopopeyas eran fantasmales y tristes, era una imaginación indigente de felicidad, una imaginación de soledades, de niño solitario.



Alfanhuí es un libro hecho de cosas muy viejas, de una vida con apenas actores donde materia y forma se recuperan de esencias, y es un libro lleno de saberes viejos y de lenguaje viejo con lo cual se aleja de la infancia. Es una obra para niños que han de leer los viejos, los viejos que además sean un poco artistas y muy solitarios. Tiene del Lazarillo y del Buscón esa sensación de indefensión y fragilidad de la infancia, y demuestra, como ellos, que esta es  un camino acelerado hacia la realidad. En Alfanhuí la realidad es que, precisamente, esta realidad vive en tensión con una imaginación irrealizable e irreductible.
Aunque siempre lo había evitado caí en la tentación a leérselo a mi hijo ahora, cuando todavía es más pequeño de lo que lo era yo cuando lo leí. Su inteligencia es sustancialmente opuesta a la mía, una inteligencia feliz, como prefiero que sea, como he procurado que sea, y ha hecho esfuerzos por que le interesase, perplejo porque el arte deba estar hecho por cosas lamentables. Me detuve antes de la muerte del maestro, cuando este dice: "Me voy al reino donde todos los colores se hacen uno".



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