::PUES YO PREFIERO NO SEGUIR CON ELLOS por Isaías Espínola::


Creo que no soy el único. Es más, apostaría que somos bastantes los españoles que nos quedaríamos tan a gusto si, por fin, Cataluña y el País Vasco dejaran de estar con nosotros. Los medios de comunicación no lo reflejan, pero, a pesar de ello, existimos, lo prometo.
No se trata, desde esta perspectiva, de que ellos quieran separarse y de que nosotros, a la defensiva, nos empeñemos en reternerlos. Somos nosotros los que no queremos seguir con ellos. A ellos les molesta que se les atribuya una identidad colectiva que dicen que no es la suya. Pero es que a nosotros nos molesta todavía más que ellos perturben y denigren la nuestra. ¿Por qué querría yo seguir unido con quienes, implícita o explícitamente, consideran, cuando menos, que sin nosotros serían más prósperos y felices y, con no poca frecuencia, que somos un pueblo atrasado y retrasado, menospreciable o despreciable. Cualquiera que haya vivido entre ellos sabe que no sólo es que quieran librarse de una supuesta colonización cultural, sino que también pesa el orgullo de quien se cree superior y no quiere compartir los avatares de los míseros. Por supuesto que no todos piensan así y en los últimos tiempos se han transformado en un sentido más humanitario estas cosas, pero todos seguimos percibiendo algo de ellas en el nacionalismo separatista.


  ¿Por qué iba a querer yo seguir de la mano de quienes denigran la historia de mi país, mi bandera, sus símbolos, su idioma, su idiosincrasia? Yo no quiero seguir teniéndolos a ellos como protagonistas de nuestra vida colectiva. No quiero encender la televisión y tener que escuchar siempre lo primero lo que ellos hacen o lo que en sus tierras sucede. Yo quiero saber lo que ocurre en Castilla, en Murcia, en León, en Extremadura, en Galicia, en Andalucía…
  Llevamos ciento cincuenta años sin solucionar el problema –por hablar sólo de su versión contemporánea. Las tensiones políticas que han creado los nacionalistas han alzado al poder a los más obtusos de entre nosotros y desviado las energías de todos hacia caminos improductivos. La única solución realista es que ellos hagan su vida y nosotros la nuestra. La historia en común no es una cadena que nos ate inexorablemente: los pueblos también pueden tomar nuevos rumbos. La economía quizá se resintiera en el periodo de transición, pero seguramente el resto de los que habitamos la península acabáramos obteniendo más beneficios si una frontera nos protegiese de la inundación de sus productos.
  Sea como fuere, tenga yo razón o no, vea o no vea acertadamente la cuestión, debo dejar constancia de lo que siento y de lo que creo que sentimos, como decía, bastantes españoles. No sólo van a explayarse catalanes y vascos o los españoles que creen en la continuidad de la unión. Porque los sentimientos son importantes para todos y la identidad colectiva puede vivirse desde sentimientos diversos. Y desde ese sentimiento mío, desde el deseo de no ver mi identidad perpetuamente perturbada, yo prefiero seguir mi camino sin ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario