::VERDADES Y MENTIRAS DE UNA GENERACIÓN por Julio César Álvarez::

No debería sorprenderme el alto deseo de la gente de escuchar, leer o pensar algo más esperanzador en estos tiempos. No debería, digo, pero ocurre. Todos los que tenemos el mal vicio de escribir o contar historias a los demás, siempre se nos ha repetido que la tragedia vence a todos los demás elementos en un combate en igualdad de oportunidades por el interés del público. Y no es cierto. Se nos ha dicho demasiadas veces que todo es un desastre de magnitudes increíbles y que no se puede hacer nada, que la batalla está perdida de antemano. ¿Saben lo peor? Que nos lo hemos creído a pies juntillas, como un dogma de fe de esta extraña ultramodernidad, en la que aparentemente sólo nos queda jugar a videojuegos y sobrevivir, al precio que sea, un día más. Las personas necesitamos creer en algo, en alguien, una utopía más o menos inalcanzable, simplemente por ser prácticos, porque acaba por ofrecer un horizonte, algo por lo que luchar y dar sentido a una vida mal ceñida al dinero o el poder. Buena muestra me parece la reacción de los lectores a algunas de las palabras que aquí se lanzan.
Existe un hartazgo patente y peligroso, a nadie se le puede decir que ha perdido el partido antes siquiera de jugarlo. Aniquila las ilusiones, pero lo que es peor, logra un descreimiento de las personas, del propio futuro y de la vida misma. Y creo sinceramente que ningún ser humano merece eso, de esta o cualquier otra época. Existe además una responsabilidad en ello por parte de todos los que lanzamos ideas al mundo, incluidos los que escriben bajo estas líneas, en el esperanzador papel activo que cada vez más tenemos todos nosotros.
Muchos pertenecemos a esa generación nacida en torno al nacimiento de la democracia en este país. Se nos insistió, ay, tantas veces que el futuro sería totalmente nuestro, sabríamos inglés, habríamos viajado, todo estaba de nuestro lado y el viento sonreía. Pero ocurrió lo que ya conocen, el mundo dio uno de sus imprevistos giros implacables y nada fue como se esperaba. Pero no se sorprendan, ha sido así infinidad de veces. A toda generación le ha costado encontrar su hueco en el grandilocuente inmovilismo de sus mayores. La gran diferencia es que nosotros nos hemos quedado paralizados, asimilando lo que estaba sucediendo, y tengo la sensación de que es ahora cuando progresivamente comenzamos a ofrecer una respuesta, a hacer lo que toca, apostar por el futuro y crear una realidad menos implacable. Sólo nos tenemos los unos a los otros, un tiempo, una vida, y salvo que me equivoqué, estamos decidiendo emplearla en crear algo mejor y más respirable. Sobrevivir, bien lo sabemos todos, nunca fue suficiente. Especialmente porque el mundo puede cambiarse todos los días.

Aparecido en Ileon

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