::ENFERMOS DE REALIDAD por César Reis::

La mejor metáfora de los tiempos que corren la ha protagonizado, sin duda, Dominique Strauss-Kahn, exdirector del Fondo Monetario Internacional, al abusar (supuestamente) de una camarera de hotel, inmigrante para más inri. Ya saben, el capital jodiendo a los trabajadores sin el consentimiento de estos. Que el pájaro sea, además, socialista no es anecdótico ni baladí, es una muestra más de la connivencia de algunos políticos de izquierda con el capital, pues, como muchos recordarán, en lugar de refundar el marxismo cuando se dio la ocasión, se sumaron a la refundación (de nuevo ese palabro) del capitalismo de una forma obscena y flagrante.
Y es que la realidad es tozuda y se empeña en inmiscuirse en la vida de uno sacándolo de la cueva de las lecturas en las que otro mundo es posible. Leo desde hace un tiempo los diarios de William L. Shirer, esos apuntes que el genial periodista norteamericano publicó en 1941, después de dejar la Alemania nazi en la que había vivido siete años. En ellos, con una lucidez y una perspectiva temporal fuera de lo común, contaba cómo se vio desde dentro el auge del nazismo, la pérdida de libertades y las manipulaciones por parte de unos dirigentes sin escrúpulos capaces, no sólo de engañar a su propio pueblo, sino también de saltarse a la torera los pactos firmados con las naciones extranjeras. Y, aunque no pretendo hacer, ni mucho menos, un paralelismo con la salud de las actuales democracias europeas, sí me resultan llamativos algunos de sus comentarios acerca del uso de la propaganda por parte del doctor Goebbels. Nos habla el norteamericano de masas enfervorizadas ondeando banderitas en los mítines del partido absortos en las palabras del Guía, ruedas de prensa sin posibilidad de preguntas, distribución a los periodistas de discursos ya grabados y editados… Entonces me acuerdo de la campaña electoral en la que andamos.
Ante la pasividad de todo el mundo, incluidos los propios medios, por abusos como los anteriormente citados, sobresale el 15 de mayo esta masa de los que se hacen llamar “indignados”. Me imagino que detrás del nombre está Indignez vous!, ese librito de Stéphane Hessel, antiguo miembro de la Resistencia y colaborador en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su maravilloso panfleto vendió hace unos meses, sólo en Francia, más de 850.000 ejemplares. (Uno piensa, aunque no lo haya escuchado en medio alguno, que tal vez pudiera estar detrás de las revueltas de esos países árabes llenos de población francófona.) Aunque no dejen de ser una “masa” (con todo lo que ello connota) y pese al discutible nombre del movimiento, “Democracia real ya”, los indignados han sido la única nota fresca de una campaña electoral en la que los políticos han ejercido de tales (también con todo lo que ello connota), con un entusiasmo más bien fingido y la misma escasa consideración o respeto de siempre hacia la educación, entre otras cosas, del electorado. Dicen los analistas (no sé si son los mismos que no intuyeron las revueltas árabes) que estos “indignados” son, sobre todo, votantes de izquierdas descontentos. Es cierto que en este sector está más presente el espíritu crítico, incluso con sus propios dirigentes, que entre los conservadores. Pero, vista la cuestión en términos de oportunismo electoralista, no deberíamos olvidar que, hace unos meses, el portavoz del PP González Pons incitaba a las masas a un tipo de revuelta similar, comparándonos equivocadamente (o en eso coincidieron los analistas) con los países árabes, y esto debería hacernos reflexionar.
Vuelvo a mi mundo, aunque no puedo dejar de pensar en los “indignados” como unos quijotes que (al contrario del novelesco) viven enfermos de realidad al pretender llevar la teoría a la praxis. Tal vez, como el héroe cervantino, acaben chocando, no en este caso con la propia realidad, sino con esa ficción artificiosa que se ha instaurado en la vida privada y pública, política sobre todo, y que no va a ser fácil desmontar, y mucho menos de un día para otro.

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