::LA PRIMAVERA DE NUESTRO DESCONTENTO por Bruno Marcos::

Una de las cosas más conmovedoras de estas revoluciones es que el espacio público pueda ser tomado por las buenas, como si realmente el centro de las ciudades fuera también una espacio mental, un espacio físico donde la libertad se pueda ganar. Lo que surge de manera espontánea es la ciudad de nuevo, la polis clásica, el lugar donde nació la filosofía. Ayer hablaban de que en los campamentos se han creado calles, como si la anomalía que le ha surgido al sistema sea una célula primitiva de la misma ciudad que se desplaza hacia atrás para reconstruirla, que se establece en los adoquines de los centros de las ciudades donde el maquillaje urbanístico ha sido más laborioso para mostrar que aún estamos aquí, bajo cuatro palos y una lona, sin poder, sin voz, sin recursos, soñando cambiar el mundo.
El modelo histórico es el de la plaza egipcia de Tahrir, una ciudad improvisada que hay que defender pacíficamente o con palos y piedras.
Y de alguna forma ayer pedíamos todos propuestas, reivindicaciones concretas, pero cuando han empezado a acudir ancianos y niños, amas de casa y obreros además de los jóvenes uno se da cuenta de que no es su obligación hablar el lenguaje de los partidos políticos, no es su obligación saber de economía, ni siquiera de derechos y deberes sino que sólo vienen a traer su descontento, a poblar una nueva ciudad en las ciudades podridas en la primavera del descontento.

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