::WIKILEAKS ECHA UN CABLE A LOS PARANOICOS por Jesús A. Marcos::

Que tiemblen esos psiquiatras y psicólogos que creen sabérselas todas. De pronto, resulta que los paranoicos tienen su puntito de razón. Wikileaks, especialita en cables, les echa también un cable a ellos. Que los listillos de la mente nos digan ahora, si se atreven, que eso que sostienen los paranaicos de que hay entidades omnipresentes que les vigilan no es verdad. Wikileaks nos ha mostrado y ha demostrado que el Departamento de Estado nos vigila a todos. A este paso, en las próximas ediciones del DSM y del CIE, los más reverenciados catálogos psiquiátricos, van a tener que incluir una nueva categoría de trastorno mental, a la que quizá habrá que llamar “capullofrenia”, caracterizada por la ingenuidad, inocencia y despreocupación de los que, olvidados de la realidad, creen poder moverse sin ser observados.
Pero la ayuda de Wikileaks a los paranoicos no es un respaldo total. Les echa un cable, sólo eso. Ellos defienden que la vigilancia de las entidades superiores se ejerce con fines malévolos y se manifiesta en espeluznantes persecuciones. Sin embargo, el Departamento de Estado -que no niego yo que tenga su maldad y que, incluso, sea mucha y muy amarga-, parece, en numerosas y variadas ocasiones, un angelote de la guarda que ejerce sus funciones con gentil sutileza. Casi como lo hacían esos robots de Asimov, que quienes han seguido sus escritos hasta el final saben que acaban mutándose en ángeles custodios de los humanos y que actúan de manera invisible para no dañar el afán de autonomía de nuestra raza. El Departamento de Estado, a través de los comunicados de sus diplomáticos, informa, analiza y propone estrategias y actuaciones, en general, juiciosas. Discutibles, con seguridad interesadas –faltaría más, se deben, a su país y a las gentes mejores y peores que lo pueblan-, pero juiciosas. Detrás del Departamento, presionándole unilateralmente, se adivinan otros poderes estatales o fácticos, pero él da la impresión de buscar componendas equilibradas. Incluso hay intervenciones encomiables. Si no lo creen, lean ustedes, por ejemplo, con qué afán el embajador en Damasco intentó evitar una catástrofe en la ciudad llamando a Dinamarca en la época de la publicación de las caricaturas de Mahoma. En cuanto a los análisis y juicios sobre políticos y países, hay piezas preciosas y hasta divertidas, como las que conciernen al Vaticano, al que describen enredado en su barroca e infantil diplomacia y, tan atrasado, que desconoce la existencia del correo electrónico.
Señores, no trabajo para ninguna agencia norteamericana –qué más quisiera yo en esta época de vacas flacas, en la que el capitalismo victorioso nos depreda a sus anchas, que cobrar un sueldo norteamericano-, pero a mí este departamento de su administración estatal me ha caído simpático. Fíjense qué paradojas. Dicen que tienen detenido en condiciones de aislamiento inhumano al soldado que facilitó el acceso a los cables porque ha perjudicado a la seguridad nacional. No dudo de que sea así, al menos en parte. Pero gracias a ese soldado también hemos visto que no todo lo que esconde América es malo. Por eso ruego al Departamento de Estado, tantas veces tan buen negociador, que interceda por ese soldado, que, si se le ha de castigar, no se haga con saña. Que se argumente que, quizá, él adivinó que el conocimiento de los cables no iba a dejar tan mal a su país.

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