::LA LEYENDA NEGRA ES ESPAÑOLA por Jesús A. Marcos::

Yo no me eduqué: me educaron. Y lo hicieron en una época en la que la historia de España era la historia de su imperio y de su siglo de oro. La época del imperio había sido gloriosa, pero sus enemigos, envidiosos y malvados, habían urdido, ya entonces, una leyenda negra, cuyo objetivo era el desprestigio de nuestro país. Nuestros reyes, nuestros caudillos militares, nuestros hombres de letras y nuestros artistas habían escalado las cumbres de lo humano y, sin embargo, la enemistad foránea nos había descrito como una tierra de monarcas degenerados y de instituciones que se oponían al progreso material y espiritual.
Era una visión tremenda de España, pero, al fin y al cabo, uno se tranquilizaba pensando que se trataba de una mentira con la que se entretenían los extranjeros.
La cosa estaba allí afuera y se mantenía en esa región ajena.
Pero resulta que, desde hace unos cuantos meses, la oscura leyenda se nos ha metido aquí dentro y, atónito, he tenido que reconocer, como si una contundente interpretación psicoanalítica me lo impusiera, que de foránea y extraña no tiene nada, sino que es interna y muy nuestra. Y es que la leyenda negra es la savia de la serie de más éxito de nuestra televisión: Águila Roja. A través de sus capítulos, vamos viendo que el siglo XVII español fue una época en la que el rey, los nobles, los funcionarios, los cardenales y obispos y cualquier persona que se preciara eran, como mínimo, torturadores y asesinos, lo que, claro está, incluye que se les atribuyan degeneraciones variadas, fanatismo, conspiraciones sin cuento, altanería y ejecución abundante de atropellos. Frente a ellos, el pueblo, humillado y empobrecido, se limita a sufrirlos y a esperar que, en el mejor de los casos, les ampare un héroe invencible, cuya sabiduría y valor parecen proceder, por un lado, también de las humillaciones de las que nadie honrado se libra en ese país infernal, y, por otro, de fuentes exóticas -de tipo samurái: cómo iba a encontrar el bueno inspiración aquí, si todo era un asco.
Claro que uno puede pensar que es todo cosa de los guionistas y no cosa de España, de nosotros mismos. Pero esta tesis no se puede sostener, porque los índices de audiencia son contundentes y persistentes –y, por eso, se ha reabierto su producción y su emisión en este septiembre. A la gente le mola el guión y lo sigue apasionadamente y comulga con el panorama tétrico que se le ofrece del país histórico.
Es muy curioso que, durante este verano, la misma cadena nacional (cielos, ¡ nacional ¡) nos ha ofrecido, el mismo día de la semana y a la misma hora que el águila, es decir, ocupando su hueco, otra serie de ambientación histórica moderna que, siendo de producción anglosajona, no obstante, presenta a los españoles de la época revestidos de cierta dignidad. Se trata de Los Tudor. En ella, Catalina de Aragón, la repudiada primera esposa del tiránico Enrique VIII, es una mujer entera, que se mantiene fiel a sus creencias y a su rango. Los católicos ingleses, que comparten iglesia con los clérigos degenerados que aparecen en nuestra producción televisiva, son íntegros e inteligentes. Tomás Moro es profundo en la réplica y decidido en la actitud ante quienes pretenden doblegarle. En fin, que si nos atuviéramos a esta otra serie, aunque referida a un siglo anterior, nuestra idea de lo español mejoraría sensiblemente.
Entonces, ¿puede seguir diciéndose que la leyenda negra viene de fuera? Quién sabe si en aquellos tiempos fue así. Hoy por hoy, da la impresión de que es al revés: la leyenda negra es profundamente nuestra, aquí se genera y aquí se disfruta y, casi, hay que salir fuera para encontrar un contrapunto.
De todos modos, quizá me esté pasando y me olvide de las cosas buenas que la serie nos dice de la vida del siglo XVII en España. Porque, si nos fijamos bien, la serie nos lleva a la convicción de que en esa época todos los españoles eran muy guapos y las mujeres estaban buenísimas y lucían maravillosos escotes.
Entre eso y que me he propuesto volver a creer, como creía de pequeño, que en la época de los espadachines todo el mundo hablaba en su casa y por la calle en verso rimado, espero ir superando esta crisis.

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