::LA AMABILIDAD DE LOS DESCONOCIDOS por Susana Herman::

Llevo pensando en la Blanche DuBois de "Un tranvía llamado deseo" desde ayer. Esa mujer rota a la que nadie ama, una criatura todavía hermosa pero frágil, casi transparente, que ya no pertenece a este mundo, sino a unodesaparecido que se lo prometió todo y no le dio nada. Y me viene a  la cabeza esa frase memorable que pronuncia al final de la película, cuando se entrega sin resistencia al doctor que se la lleva para internarla: "Siempre he confiado en la amabilidad de los desconocidos".
Ayer conocí a una Blanche DuBois en la oficina de empleo. Se sentó a mi lado, ambas con la vista fija en la pantalla donde iban apareciendo los números de turno. Sin mirarme, me dijo, casi en un susurro: "No pensé que la vida sería así. Yo antes tenía una vida".

Y me explicó que había trabajado durante más de diez años en una empresa que la crisis se había llevado por delante, que después tuvo que aceptar un trabajo en una cadena de supermercados porque había que pagar las facturas, que siempre había tenido problemas de espalda y tuvo que coger la baja a los cuatro meses. En ese tiempo la habían despedido. No contaba con el apoyo de su familia ni tenía pareja."¿Sabes? Me siento como uno de esos animalillos heridos que salen en los documentales de naturaleza de la 2, a los que la manada tiene que dejar atrás si quiere sobrevivir". Le dije que la entendía, que a veces yo también me había sentido así. Apenas podíamos mirarnos mientras hablábamos, por temor a perder el turno y tener que esperar otra media hora. Así, con la mirada al frente, sin pensar, me salió: "Yo a veces me pregunto qué hice mal". Y ella me tocó la mano, me miró a los ojos y contestó: "Nada. No hiciste nada mal". Apareció su número. "Es el mío. Buena suerte".

La creí. No había hecho nada mal.  Después de responder a las preguntas de la funcionaria ("No, no tengo cargas familiares. Sí, sé hacer un currículum y enfrentarme a una entrevista de trabajo. Sí, tengo disponibilidad total"), salíafuera y Barcelona me regaló un sol de verano perpetuo en pleno noviembre. A veces solo nos queda confiar en las cosas que no controlamos: el buen tiempo y la amabilidadde los desconocidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario