::RAMÓN Y LA CUCAMONA por Bruno Marcos::


Se cumplen cincuenta años de la muerte de Ramón Gómez de la Serna y sigue sin ser considerado apenas nada más que una sombra de pie en el cuadro que Solana pintó de la tertulia, la cripta, del café Pombo.
Ramón figura hoy en día en nuestra cultura ibérica como el inventor de la cucamona literaria hispánica, es decir la versión castiza, y un tanto chusca, de la vanguardia europea de principios del XX. Y probablemente sea poco más que eso. Por su desparpajo inventivo, con el que, al revés que los surrealistas, trocaba lo cotidiano en insólito, le tocó lo que toca al bufón en un reino realista, el aplauso inmediato y el olvido como destino.Sus greguerías provocan la media sonrisa propia de un pensamiento chocarrero que reduce toda profundidad intelectual a un chiste sonoro con filosofía de baja intensidad cercana al refrán. Gómez de la Serna usufructuó un ecosistema especial como el de España para explotar la excepcionalidad sin mayor competencia que la aventura un tanto truculenta del ultraísmo.
Aunque la verdad es que Ramón ha triunfado pese a haber sido reducido a una esquelética bagatela en la que un señor de traje orondo y redondo dice tonterías, porque precisamente triunfa de sus tonterías para volverse indeleble en su estereotipo, en el sitio del bufón cultural.
Claro que para que entre Ramón en la historia del arte patrio habría que incorporar la cucamona al panteón de las Bellas Artes.
Al final el director de un periódico le escribe a Ramón que basta de greguerías y él responde: "Greguerías hasta la muerte."

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