::VOLVER AL FUTURO por Bruno Marcos::

El futuro se adelgaza, se acorta hasta que el horizonte es un telón al alcance de la mano que podemos descorrer para ver la gris tramoya, como en aquella película, El Show de Truman, en la que todo el mundo era irreal, un experimento grabado a tiempo real que un ser humano vivía con ingenuo entusiasmo ajeno a la verdad. Con una crisis tan contumaz, tan crónica, el futuro se vuelva algo viejo, una pasión vieja, una vanguardia apolillada de la que la vegetación eterna y clasica se enseñorea.
Es una frase bellísima que ya cité y que no sé dónde leí a Scott-Fitzgerald: "...mientras recordábamos nuestra juventud perdida, cuando cada día era mejor que el anterior..." ...cuando cada día era mejor que el anterior... Es cierto, el futuro, creer en él, es posible por ello, porque mañana seamos más felices que ayer.
Sin embargo estamos a punto de fetichizar el pasado como una fiesta que prometía no acabar, que prometía que el futuro no sería más el pasado. Estamos a punto de la nostalgia, pero luego vendrá algo peor, la melancolía, la enfermedad de la que hablara Aristóteles, en la que ya aquella imagen se vuelva del todo borrosa, irrecuperable, y sólo quedara la tristeza inconcreta, pandémica y sin causa concreta, la poesía triste y universal de todos los tiempos, la depresión sistémica. Cuándo las noticias del diario son una macabra sucesión de desgracias la Zeitgeist hegeliana, el espíritu de los tiempos que han de venir, será esa precisa y general melancolía. Para atajarla habría que actuar de una forma extravagante, como en aquella otra película, en la que un científico loco manipulaba un automóvil que devolvía a un muchacho de regreso al futuro.

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