::FILM por David G. Casado::

Hubo un tiempo en que no me podía mirar al espejo. Cualquier reflejo era un recordatorio terrorífico de que en el lugar donde se produce la imagen está vacío y es inhabitable. Que el cuerpo es un ente volátil que la conciencia embute en la ficción de unidad del cuerpo.
Pero la realidad es un cuadro de Bacon, una intensidad nerviosa que nos descompone y nos recompone, desde lo etéreo del pensamiento hacia el círculo –el ruedo- que marca el espacio de la acción.
Aquí, aquí, en el lugar, en la grieta que un macro evidencia como abismal. Bajo mis pies. Me arrodillo, me pliego y miro detenidamente, porque estoy detenido, still, como una instantánea, como un film.
Es imposible fijar la mirada en algo que no sea un objeto, pero aquí no hay objeto; miro sin objeto, me deleito en el puro mirar: ido, fascinado, arrebatado.
No se más si estoy aquí o en la imagen, o si todo es imagen o tal vez todo es nervio estimulado que produce mundos en la conciencia. Por eso tapo el espejo y huyo del reflejo y encadeno los acontecimientos para que no se detengan jamás.

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