Algunos de los que la han visto, e incluso el propio pedro Almodóvar, sostienen que su última película tiene poco que ver con su obra, que se trata de una especie de producto de ciencia ficción pero lo que encontramos, una vez más, es una muy refinada vuelta de tuerca al tema de la identidad, un término que para el autor se explicita en aquella frase de uno de sus personajes que pareciera un error filosófico pero una diana poética: "Somos lo que soñamos ser".
Parece que lo que intenta no es en este caso mostrarnos la humanidad y la naturalidad con la que los transexuales aparecían en sus otros films sino preguntarnos qué sentiríamos si, a la fuerza, de un día para otro, fueramos transformados en otra persona.
Especialmente duras son las escenas en las que el muchacho heterosexual mutado meticulosamente a través de la cirugía en mujer por venganza acepta, para sobrevivir, tener relaciones sexuales con hombres. No escatima además en hacer ver que le duele físicamente la penetración mientras la dulzura de la actriz que lo interpreta traslada una gran dimensión dramática.
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