::JORGE SEMPRÚN: LA ESCRITURA Y LA VIDA por Susana Herman::

Le irritaba la idea de que pronto ya no estaría aquí, “en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su grisácea insipidez”, que ya no hubiera nadie que recordara sus recuerdos.
Semprún sobrevivió al campo de concentración de Buchenwald por un error del oficial nazi que le tomó los datos: en lugar de estudiante, anotó que era estucador, sin duda, una profesión más útil para el mantenimiento de la infraestructura del horror, y también para salvar la vida. Fuese o no un error voluntario, también acabó convirtiéndose en un recuerdo que ya no tiene quien lo recuerde.
Algunos compañeros de Buchenwald que experimentaron el gris más opaco de la vida junto a Semprún, acabarían suicidándose años después de que el campo fuera liberado el 11 de abril de 1945. Él sobrevivió. El año pasado visitó Buchenwald por última vez, y allí recordó “la joven vivencia de la muerte”, que esperó al falso estucador hasta los 87 años.
El adiós a Semprún me ha hecho pensar que nos vamos quedando sin sabios, que la lista de los que nos dejan solos ante las bellas y grises contradicciones del mundo cada vez es más larga. Precisamente ahora que la sabiduría da tanto miedo y se administra en “píldoras” de fácil asimilación; ahora que, más que nunca, necesitamos lecciones de vida de prescripción continua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario