::OFF TIME por David G. Casado::

Intento una y otra vez imponerme al tiempo. Cortarlo, distribuirlo, disponer de él supone en ocasiones una tarea tan titánica e imposible como pretender controlar un océano. Nuestra cabeza no es el contenedor del tiempo, es solo una flota de barquichuelas que navegan a la deriva con la ilusión de atisbar tierra en un momento dado.
Dicen que es mejor dejarse llevar pero mi mente, que siempre quiere anticiparse, es muchas veces reacia a ello. En cualquier caso el subconsciente siempre gana la batalla del tiempo y cuando miro los acontecimientos en retrospectiva parecen fruto de una tendencia personal más que de una decisión premeditada. Por eso no creo que el esfuerzo planificado conduzca a nada si no se disfruta en cierta manera. De nada sirve decidir dejar de fumar por ejemplo si no es una expresión de tu tendencia personal. Hariki Murakami habla de esto en una entrevista y lo define como el modo en el que las acciones le convienen a uno.
Uno es capaz de hacer deporte no gracias a su “fuerza de voluntad” sino a su determinación, ese programa inconsciente que determina una tendencia que corta las aguas hacia direcciones insospechadas. Poco importa que nosotros sintamos miedo o incertidumbre, que nos queramos apear del barco; sólo nos sentimos contentos y seguros cuando nos relajamos y disfrutamos del viaje.
Siento en numerosas ocasiones que los proyectos mentales abren abanicos de posibilidades que son en la mayor parte de las veces completamente inútiles, que sólo sirven para tranquilizar o excitar la conciencia y que los auténticos proyectos, aquellos que se llevan a cabo, son resultado de los propios acontecimientos y no a la inversa. En ese sentido pienso que somos meros operarios y nunca creadores de la nada. Si Edison no hubiera inventado la bombilla eléctrica otro lo habría hecho, él simplemente tuvo el talento y la suerte de estar ahí en el momento preciso.
Nos ha tocado vivir en un momento en el que todo sucede en todas partes al mismo tiempo. Por eso ya no habrá más grandes autores nacionales sino una pléyade de constructores de sentido que trenzan una red donde el tiempo parece estar fuera de la cuestión. No somos Modernos ni tampoco ya Postmodernos. Siguiendo el artículo de Svetlana Boym en E-flux (http://www.e-flux.com/journal/view/175) vivímos un momento off, donde se da valor a lo inexplorado, lo que todo proyecto cultural pasado o presente no ha sido o no es capaz de percibir. Los últimos grandes personajes de la(s) Historia(s) de la Cultura viven sus últimos días como vacas sagradas a sabiendas de que nadie podrá sustituirles ya más como sucesores de una tradición. El concepto de tradición es demasiado nacional para nuestra época; está demasiado vinculado con el cultivo de una perfección ideológica que se actualiza pero siguiendo siempre una cadena histórica visible. Quizá con la intención de erradicar la ansiedad que produce la incertidumbre de este futuro deslocalizado nos hemos vendado los ojos, para perdernos de una vez por todas o encontrarnos finalmente en el acontecimiento.

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