::MANTENER LA DISTANCIA por David G. Casado::

La transición del día a la noche es como la de lo descriptivo a lo literario. Algo se añade al lenguaje, o en realidad se sustrae, para velar el significado, como instalando una pantalla donde se proyectan las formas, sugeridas y evocadas por sus sombras. La lectura funcional aporta información al lector; en la lectura poética es el lector el que aporta significado a lo que ve, sin relaciones evidentes entre sí, pero cuya interacción se activa bajo la decisión de producir experiencia.
Para crear esa pantalla hay que tomar cierta distancia con el objeto ya que si se esta demasiado cerca, demasiado “en escena” se corre el riesgo de perder la perspectiva literaria para simplemente seguir las instrucciones de los acontecimientos. El perfil literario suministra un humo a la escena que - sin impedir entender lo que sucede, o más bien al contrario- proporciona un conocimiento extraordinario donde las conexiones, las referencias, se multiplican hasta llegar a orígenes desconocidos que hacen que un lugar común parezca dotado de un exotismo insólito.
Cuando se experimenta cualquier lugar o acción de manera rutinaria lógicamente se torna difícil o se pierde la posibilidad de una lectura creativa de los acontecimientos, quizá por perderse también la distancia con uno mismo. Bajo la rutina es posible que ese uno mismo, incapaz de “oscurecer” lo que le rodea encontrándolo sugerente –sujeto a ficción- termina oscureciéndose a sí mismo, tornándose opaco, inaccesible, ilegible. Pero nada hay ahí de sugerente. El “self” no es una entidad estable, es un organismo vivo que se alimenta de sensaciones que no disipen las tendencias individuales sino que las potencien y las recreen de un modo creativo, aportando algo al mundo que le rodea, dejando signos y rastros de una experiencia intensa e irrepetible.

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