::BALTHUS por Bruno Marcos::

Desde el comienzo de sus memorias Balthus nos presenta una contradicción extrema. Pese a haber vivido las Vanguardias Históricas, todo el siglo XX y los inicios del XXI, nadie podría decir que se trata de un artista como los otros, ni siquiera de un  artista contemporáneo. Retirado en un "amplio" chalé con docenas de habitaciones y cientos de ventanas, en medio de la naturaleza, casado con una japonesa, se confiesa católico practicante, que pinta como reza y produce una obra que parece de otro tiempo o de ninguno.
Relata cómo le iba a visitar Picasso. Subía cinco pisos a pie hasta su estudio de París, "había -escribe Balthus- que tener ganas para ir a verme" y le decía Picasso: "Eres el único artista de tu generación que me interesa. Los demás quieren ser como Picasso. Tú no."

Balthus al recoger este detalle plantea una cuestión con varios niveles de lectura. En primer lugar establece una hermandad superior del gran arte por encima de los estilos a la que Picasso reconoce la pertenencia de Balthus. Balthus, por otro lado y en segundo lugar, no tiene la necesidad de hacer una pintura como la de Picasso, no quiere ser como los demás, otros Picassos, pero se deja legitimar por su comentario, negándose a ser un Picasso seduce a Picasso pero de forma que también legitima a Picasso.

"Siempre empiezo un cuadro rezando" confiesa Balthus y añade "Como la mayoría de los que se dedican al llamado arte contemporáneo son unos imbéciles, unos artistas que no saben nada de pintura, no estoy muy seguro de que este planteamiento tenga mucho eco, de que se comprenda siquiera". Sin embargo el valor de su obra aumenta precisamente porque se da en ese ecosistema de imbecilidad contemporánea en la que tiene un lugar privilegiado, de vez en cuando, la resistencia, la diferencia. En un ecosistema homologado a los valores de Balthus el propio Balthus habría quedado diluido de forma que su éxito ha sido debido a ser incomprendido.




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