::BREA por Bruno Marcos::

Empiezan a apagarse las luces del verano y en la luz de la inteligencia del mundo se ha apagado José Luis Brea. Quienes comenzamos a transitar las dulces praderas del arte contemporáneo en los exultantes años 90 estas nos parecían un territorio siempre joven cuyo deseo de futuro haría permanecer todo. Entonces los textos de Brea fueron una carta de embarque para unos pocos, para una colección de seres especialmente afectados, dispuestos a descifrar en ellos una pasión especial que imantara toda esa arcadia de algo posible pero muy improbable. Como último gesto heroico esa comunidad crédula y lúcida tuvo el de embarcarse a un nuevo mar recién descubierto en el fantasmal interior de los ordenadores.
Poco a poco esa ilusión y otras han ido desapareciendo, paralizándose, cediendo su plasticidad en una suerte de rigorismo. Entretanto nos preguntábamos y qué pensará Brea de esto... por dónde verá él la salida... En un email me decía: “mi esfuerzo es distinto, no tiene casi nada que ver con casi nada de lo que ocurre en el espacio del sistema del arte”.
Le pedí permiso para publicar en Los Onirocríticos un de sus últimos textos, Las cenizas de mi volcán, en el cual, con un estilo bellísimo, presentaba su mirada mejor destacando la hermosura de la erupción del volcán Eyjafjalla que, con espontaneidad libre, era capaz de paralizar un mundo cuya complejidad carece de ella.
José Luis Brea se tomó la molestia de gastar su inteligencia en teorizar la imagen en nuestros días mientras casi todos usufructuan el traje del emperador. Son malos tiempos para morirse ahora cuando poco falta para que se quemen los libros pero, mientras esa comunidad crédula y lúcida que, de una forma u otra le seguimos, termina de despertar del sueño de Peter Pan, su virus, inteligente, espontáneo y libre, está inoculado en nuestros cerebros que algún día habrán de entrar en erupción como un volcán para que emerjan de nuevo sus palabras.

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