::TOROS EN CATALUÑA por Enrique Rueda::

Después de vivir tres años largos en Cataluña se aprende a amar muchas de las grandezas (que no son pocas) de esta tierra. Se constata que muchos de los tópicos positivos son efectivamente así. Y es verdad que hay por estos lares un plus de eficacia en la gestión y un afán por hacer bien las cosas que se agradece sobre todo cuando uno anda inmerso en el uso de la cosa pública. Lo cierto es que esta es una tierra con una capacidad impresionante para la acogida no sólo de españoles de otros lugares, sino para gentes de otros países.
El amor y el respeto que tienen por su tierra sorprende sobre todo a los leoneses, que sabemos muy bien el poco cariño que acabamos profesando a lo nuestro y la manera en que nuestros gestores públicos nos colocan siempre en el vagón de cola, demostrando muy poco cariño y respeto por lo leonés. Además, todo se vehicula por una hermosa lengua, como es el català, que con gusto voy aprendiendo y, poco a poco, hablando. Una lengua que cuenta con palabras de las más hermosas que he escuchado: papallona (mariposa), pessigolles (cosquillas) o tarannà (talante) son algunos ejemplos.
Que conste que la gente es encantadora y mayoritariamente amable, y nada he podido constatar del “peseterismo” ni de la figura del garrepa (tacaño). Otros tópicos nefastos agarrados a la idiosincrasia castiza española, que como es habitual no tienen vigencia en la calle.
Y, sin embargo, aquí tenemos que padecer la mediocridad de muchos políticos que, inmersos en sus propias patrañas, han impedido que vuelva a expresarse en su plaza talismán el que, bajo el punto de vista de este humilde amante y opinador sobre arte, es quizá el último gran artista vivo: José Tomás. Quizá han olvidado, y sea bueno recordarles, que este artista se juega la vida en cada verso que escribe, en cada pincelada que deja sobre el lienzo. Y que con eso no se juega, ni se puede convertir en arma arrojadiza de ninguna estratagema política. Ánimo, maestro.

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