::CON DELIBES UN MUNDO por Bruno Marcos::

Con Delibes parece que se hubiera muerto toda la literatura española y no porque tenga una buena necrológica, que no la tiene, sino porque con él se va un mundo que ya no existe, probablemente ya no estaba ni en él. Una España que a nosotros nos llegó ya muy de oídas, como los restos de un festín de rudeza en la que la literatura habría de tener una función apotropaica.
Hay algo de esa rudeza desangelada en él, el campo, la caza, la postguerra, la sensación de un escritor sencillo pero hermético en el trato, escaso de palabras, como esos tíos mayores con los que nunca se pudo hablar de hombre a hombre, que decían más con sus silencios que con sus palabras.
Y un lenguaje que ya no existe, el arca de las palabras insalvables. Y una ruralidad que ya no existe si no es en esa especie de diógenes del campo que, emboscados en los pueblos como los últimos rebeldes, niegan que la guerra contra la modernidad haya acabado con su derrota y que esta haya penetrado en los trigos y los pozos, en las majadas y regueros y hasta en los muladares.
Ya no se lee en las escuelas ni el Buscón ni el Lazarillo. Tiempos vendrán en que El Quijote sea algo desconocido, un mamotreto arcaico cuyo mayor misterio será su inexplicable éxito en épocas pasadas como será la nuestra. Los escritores del entretenimiento se enseñorearán de la nadería para despeñarse, unos tras otros, a su inmediata obsolescencia. Surgirá entonces, como ya se ve ahora, más que una poética un sarpullido de carpe diem, un coge la flor del día porque no habrás posteridades y allí, a los olvidos, irán los ríos caudales, los otros medianos y más chicos.
Ya no se podrá dar una literatura como la de Delibes, una condensación tan certera como la de Los Santos Inocentes porque habría que despojar el presente de tanta añagaza que el autor quedaría derrotado.

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