::ALEJANDRO SAWA por Bruno Marcos::

El caso de Alejandro Sawa lleva camino de ser el primero habido en la historia en el que la caricatura rescate al escritor.
La biografía de Sawa recientemente aparecida defrauda un poco y no porque esté mal sino porque es una biografía seria, porque lo estudia como a un escritor de verdad y no como a una sombra deformada sobre la que proyectamos todas nuestras fantasías de una vida bohemia con la que soñamos.
Uno lee la minuciosa investigación de Amelina Correa y se pregunta y a mí qué me importa dónde naciese, el día en que se matriculó en una Universidad a la que nunca acudió y mil y un pormenores que a los señores profesores de universidades les parecen cosas muy científicas.
 Es que no se han enterado de nada, actúan como si lo que le hubiese dado esta segunda vida a Sawa fueran sus literaturas y no los relatos de su vida bohemia, los retratos, aquí y allá, que de él hicieran sus contemporáneos, los brillantes brochazos novelescos que emparentan de muerte nuestra bohemia literaria hispánica con nuestra picaresca esencial, con el realismo descarnado en el que vivimos y nos solazamos siglos ha en esta piel de toro.
Claro que con esta biografía se da uno cuenta de lo injusto que ha sido con Alejandro, que era una persona y no un personaje y que esa realidad realista -esa picaresca- está extremadamente literaturizada.

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