Incendiados están los árboles de una belleza que habrá de durar muy poco, mañana o pasado un golpe de viento hará llover los pétalos sobre el asfalto. Es la primavera que quiere pasar desapercibida en un mundo cansado al que, como al viejo olmo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, unas hojas verdes le han salido. Hoy, como ayer Machado, quisiera uno anotar en su cartera la gracia de esta rama verdecida aunque en breve todo vuelva a la monotonía de una vida cuyo futuro se presenta semejante a lo peor de lo pasado. Será, con el pretexto de la crisis, el empobrecimiento de todo y la tristeza como un fantasma que se filtra por debajo de las puertas hasta instalarse en el corazón de los hogares. Será el retorno de la pena por tan poco lapso ausente, la vida como algo sumamente molesto, incómoda de ser vivida. Comenta, sin embargo, el anciano de ciento tres años de los Sueños de Kurosawa: "A menudo se dice que la vida es penosa y cosas así pero lo cierto es que eso es hablar por no callar. La verdad es que estar vivo es fantástico"
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