::NUESTROS HERMANOS GRIEGOS por Susana Herman::

En Grecia nació la democracia, que, con mejor o peor o suerte y salvo en contadas y deshonrosas excepciones, rige los destinos de nuestro planeta. También fue el lugar elegido por los dioses; allí se asentaron y se dedicaron a atormentar a los mortales, que tuvieron que aprender a dirigir sus vidas al margen de unas deidades caprichosas y demasiado humanas. Quizá venga de ahí el desdén que los ciudadanos griegos muestran hacia quienes detentan el poder y su poca confianza en que vayan a cambiar las cosas (sino para peor).
En 2009, antes de que el término “crisis económica” se inscribiera en nuestras conciencias, pasé unos días de vacaciones en dos islas griegas: la popular Santorini y una segunda cuyo nombre no revelaré, pero a la que decidí que huiría si algún día no tengo adonde ir ni nadie que me espere en ningún lugar. Allí encontré un pequeño paraíso de luz, olivos, miel y vino, y unas gentes que aman la vida por encima de todas las cosas, que han decidido existir al margen de todo aquello que no pueden cambiar.
Atenas, última y forzosa parada del viaje para coger un vuelo económico de regreso, fue un zarpazo de realidad y contrastes: la bellísima Acrópolis dominando una ciudad donde tenía cabida —en la que todavía era la próspera Europa de la U.E.— gente que sobrevivía rozando el umbral de la pobreza y que recurría a la economía sumergida. Furgones policiales en puntos clave del centro de la ciudad anunciaban el temor a la explosión del polvorín de descontento e impotencia que se haría esperar apenas unos meses más.
Desde entonces, las noticias que llegan de Grecia me entristecen y desesperan. Aún intento asimilar la muerte de Dimitris Christoulas, el farmacéutico jubilado que se suicidó en la plaza Syntagma, descifrar el significado de ese gesto desesperado, y lo hago con miedo, porque supone mirar demasiado adentro de las entrañas de una crisis que está arruinando muchas vidas y aplazando, quizá para siempre, muchos sueños.
Algunos países tienen una historia que no se merecen. Desde hace ya demasiado tiempo, los ciudadanos griegos salen a las calles para protestar por la suya, para pedir explicaciones a los mortales con ínfulas de dioses que la dictan al margen de los destinatarios de sus designios.

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