::CLAUSURA por Bruno Marcos::

La sociedad quiere que la ciudad sea invadida estos días con los lutos de la semana santa en lugar de celebrar, simplemente, la llegada de la primavera como los paganos que ya somos. Hoy, al bajar una de las muchas procesiones por la calle en la que hube de pararme una cosa inesperada y muy hermosa tuvo lugar.
Al alcanzar la reja de un convento de clausura el paso de la dolorosa se detuvo y se creó el silencio. Las puertas se abrieron solas para mostrar la umbría del viejo zaguán y de él surgieron la voces de la monjas aunque no se veía a nadie. Mientras sus cantos alcanzaban la calle paralizada podíase imaginar a aquellas mujeres que sabemos pálidas y casi todas ancianas como jóvenes y bellas a las que un tenorio cualquiera debería raptar para colmarlas de amores. Eran, la procesión parada, el silencio sobrevenido y las delicadas voces de las monjas de clausura a las que se no impedía el verlas una vivencia de gran hemosura.
Y, cabe pensar, toda esa escenografía llevada al extremo para conmover de nada, para que todo sea igual, una representación donde la posible belleza que se desliza es una hemorragia de lo reprimido: la vida de esas mujeres sepultada entre peredes o, incluso, la muerte injusta de ese hombre joven llamado Jesús.

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