::EL TEOREMA ALMODÓVAR por Bruno Marcos::

Casas Ros es un escritor que no comparece, está desfigurado desde los veinte años y no sale de casa. Su frase clave es: "En el centro del vacío hay otra fiesta". Parece que toda una época se viniera abajo. La euforia, la excitación dejan paso a la grisura de una crisis que emplomiza el presente: el vacío. Hay que ser muy cenizo, un alegre sepulturero, para recibir este tiempo con cierto gusto pero la verdad es que reconforta ver cómo las cosas se muestran más reales.
Dicen que la feria de ARCO está acabada como si no hubiese sido siempre una idiotez suprema.
Deben referirse a la caja, al dinero. Si dejasen de hacerla se quitaría de en medio una cosa que es sumamente molesta y ridícula. Suena hasta a nihilista, barbárico, decir esto en un país donde esa feria ha querido, incluso, usurpar el lugar de las universidades.
Las galerías, que buscaban artes a juego con lo que ordenaban las revistas de muebles o chistes siniestros que engatusaran museos de usar y tirar, han borrado del mapa cualquier atisbo de un arte intelectual, quienes lo hacían han sido llamados enemigos del arte porque negaban que el dinero entrase en él.
¿Para qué les ha servido a los artistas ese mercado? Desde luego que no para hacer el arte que quisieran... No hay más que ver la espiral que nos lleva a la kafkiana invitación a tomarnos en serio -no hace muchos meses- en términos políticos, una obra en la que cien señores se sodomizan por 250 euros, o la obra más polémica de esta edición de ARCO, esa pirámide de las tres religiones de una literalidad tan pueril como su hiperrealismo, ambas cosas para tontos.
El problema debe venir desde la transición en la que una panda de majaderos apuntalaron el Teorema Almodóvar en nuestra psique colectiva. El Teorema Almodóvar viene a decir que somos lo que soñamos ser, lo cual además de una barbaridad, es una mentira insostenible, aunque, como verso libre, bonito.

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